por
Miguel Etchandy para Cava Privada
(publicado en Revista Bla edición Setiembre)
Es una pregunta recurrente
de todos aquellos que compran vinos, cómo asegurarse de antemano
cuáles son las botellas que efectivamente mejorarán con el
transcurso de los años.
Pues bien, existe
información muy importante que podemos obtener directamente a través
de la etiqueta del vino, que si la sabemos interpretar, nos
orientará, y dará pautas fundamentales para tener la mayor certeza
posible acerca de cuál es el vino que conviene comprar para la
guarda y cuál no.
Lo primero que debemos
asegurarnos es que se trate de un vino fino, en el caso de los vinos
uruguayos, aparece en las etiquetas la sigla V.C.P. (Vino de Calidad
Preferente). Y muchas veces dirá también Vino Fino.
Luego es necesario
precisar qué tipo de vinos queremos guardar, si es blanco, rosado o
tinto. Y ante esta pregunta es bueno distinguir que, si bien existen
vinos blancos y rosados de guarda, en general la gran mayoría de los
vinos de éste tipo se recomiendan beber jóvenes. Es decir que lo
mejor es beberlos lo más pronto posible, en el año de elaboración
o máxime al siguiente. Existen si grandes vinos blancos de guarda,
cuyo período estimado de conservación oscila en los 8 años
aproximadamente. Así como vinos blancos con vinificaciones
especiales, llamados vinos de cosecha tardía o vinos tardíos, se
trata de vinos dulces naturales, vinos blancos de larga conservación,
estamos hablando de decenas de años. Los casos más emblemáticos de
este estilo son los Vinos de Tokaji (de Hungría) y los vinos de
Botrytis.
Ahora bien, pero cuando
hablamos de vinos de guarda, todos inmediatamente pensamos, en otro
tipo de vinos, y éstos son sin dudas los tintos. Y es que son los
vinos dados por excelencia a la guarda.
Aquí deberá comenzar
entonces la investigación visual de la etiqueta para cerciorarnos
que el vino preseleccionado cuente con garantías para poder
destinarlo a la guarda. Ya dijimos entonces que lo primero es
asegurarnos que no sea un vino de mesa, que sea un vino fino. Luego
deberíamos fijarnos en la fecha de elaboración, es decir la añada,
información obligatoria con la que debe contar la etiqueta. ¿Para
qué? Bueno porque el tiempo total de conservación se contará a
partir de la cosecha del vino.
Posteriormente deberíamos
fijarnos que aparezca en la etiqueta, el rótulo de Roble, Reserva o
Crianza. Vocablos que muchas veces se usan indistintamente para
diferenciar a los vinos que han tenido crianza en barrica de roble.
Éste es un dato muy importante, que determina si un vino puede o no
ser de guarda. Generalmente esa información aparece en la etiqueta
principal, cuando se trata de vinos uruguayos, de la región y en el llamado 'Nuevo Mundo del vino', no sucede lo mismo en el caso de los
vinos europeos, donde las etiquetas generalmente dicen poco o nada al
respecto.
El hecho de que un vino
haya tenido crianza en roble, nos asegura que ocurran una serie de
fenómenos imprescindibles para que un vino mantenga su estructura
firme con la crianza. Ya que en ese proceso se producen una serie de
fenómenos fisico químicos, producto de la micro oxigenación que el
vino realiza a través de las duelas de madera, que redundan en una
prolongación de la vida del vino.
¿Cuáles son los aspectos
en los que ganará un vino criado en roble? El primero es en que el
color del vino permanecerá más firme y estable durante un período
mayor de tiempo, respecto a un vino que no tuvo crianza.
El vino ganará además en
aromas y sabores aportados por el contacto con la madera.
Y fundamentalmente la
microoxigenación que se produce a través de la madera, asegura que
el vino, que es un producto vivo, en el que viven microorganismos,
que éstos pueden prolongar su vida y asegurar entonces una mayor
estabilidad microbiológica del vino.
Así que debemos
asegurarnos que aparezca alguna de estas inscripciones (Roble,
Reserva o Crianza). En algunos casos es habitual o común, bastante
frecuente de ver en etiquetas de vinos uruguayos, que en las
contraetiquetas) diga una leyenda parecida al texto siguiente: “Este
vino ha sido criado en barrica de roble fránces (o americano) de
primer (o segundo) uso, durante 12 meses” (la cantidad de tiempo
puede variar, e ir de 6 a máximo de 18 a 24 meses en roble). Este
detalle, entonces, si que es importante. Ya que cuanto mayor sea el
período de crianza en roble, se trata de un vino, que para soportar
ese tiempo, el bodeguero o enólogo ha debido elegir un vino de gran
calidad y concentración. De no ser así el vino se estropeará con
la crianza.
También debemos
considerar la cosecha, o año de elaboración, por dos cuestiones.
La primera es para saber,
según el año, si se trata de una buena, mala, regular o excepcional
cosecha. Dato que pesa y mucho, a la hora de elegir un vino para la
guarda. Y el otro asunto por el que debemos tener en cuenta el año,
es para tomarlo como punto de partida del vino, y considerando que
los vinos tintos con crianza en roble, podrán resistir
promedialmente de unos 10 a 15 años de elaborados , y probablemente
también más, pero habrá que probarlos.
Hay un tema que también
importa a este respecto de la conservación, y es el tener la certeza
que el vino que compraremos ha permanecido conservado desde su
elaboración en las condiciones ideales, de lo contrario, por más
que cuente con todos los requisitos, si el mismo no ha sido
conservado en lugares frescos, sin luz, con una temperatura estable
todo el año de 13 a 18oC, y en posición horizontal. De no ocurrir
alguno de estos items, el vino, contará con un potencial menor de
guarda.
Ya ven que son muchos los
aspectos a tener en cuenta; todo este ejercicio lo tendremos que
hacer si nos encontramos frente a una marca o vino completamente
desoconocido, Existe la opción más simple y segura, si acudimos a
una tienda especializada de confianza, donde nos den asesoramiento
para la compra. O formando parte de un club de vinos como Cava
Privada, en el que el consejo y asesoramiento siempre sea posible,
para facilitar y asegurar la tarea.