por Miguel Etchandy
(publicado en Magazine 'Bebidas & Cía'/ edición Marzo)
Hay una gran universo de
vinos que se producen actualmente en Uruguay como en el mundo. Esto
hace que existan caldos para todo tipo de consumidores, de diferente
poder adquisitivo, sexo, clase social, edades, países, cultura,
raza, etc. etc.
Es verdad que hay vinos
sencillos y otros más complejos de comprender, y quizás los
bebedores avezados, cuentan con mayor capacidad de discernimiento, y
pueden apreciar con criterio lo que es bueno, ya que su bagaje de
conocimientos es más amplio, y podrán tener -por supuesto- más
elementos a la hora de juzgar la calidad. Pero eso no inhibe la
posibilidad a consumidores inexpertos de iniciarse -generalmente- con
productos sencillos y fáciles de beber (vinos frutados, aromáticos,
frescos y ligeros de cuerpo). Esta sería la principal calificación
de los consumidores de vinos: expertos e inexpertos (éstos no
siempre son jóvenes, hay personas que se inician en el mundo del
vino a avanzada edad).
Un ejemplo de sencillez y complejidad en los vinos, se ve entre los tradicionales vinos europeos (con
historia), y los vinos de los países del Nuevo Mundo (vinos ideados
con un espíritu más joven y moderno). Los vinos que provienen de
denominaciones europeas, están muy atados a costumbres y
tradiciones, (y aunque es malo generalizar), ya desde sus etiquetas y
también el estilo de los vinos, los convierten en vinos difíciles
de aceptar fuera de Europa. En cambio los vinos de los países,
llamados del 'Nuevo Mundo', en general se trata de vinos que suelen
ser de carácter varietal, que pretendern ser más sencillos y
fáciles de comprender. Tanto las etiquetas como el producto final.
Por otra parte,
-continuando con la pregunta que titula la nota-, el vino desde los
tiempos de la Grecia Clásica, se ha convertido en una bebida muy
democrática, a la que pueden acceder personas de todas las clases
sociales, razas, sexo, cultura. Obviamente que distintos grupos,
sociedades o culturas, podrán aceptar más un tipo de vinos que
otros, pero el auge del comercio internacional que se vive hoy (en
pleno siglo XXI), hace que los vinos viajen y ofrezcan sus bondades
a los pueblos más heterogéneos, en los rincones más recónditos
del planeta.
Hay elementos más allá
del vino en sí, que juegan un papel fundamental para el consumidor,
y es el marketing, publicidad y las etiquetas del vino. Que
contribuye a segmentar el público y que orienta a los potenciales
consumidores previamente a encontrar el producto de su agrado. Y que
sin dudas puede ser un aliado para guiar, sobretodo a consumidores
incipientes.
Ahora bien, existe aún
una cuenta pendiente de la industria del vino sobretodo en nuestro
país, y es el poder seducir a los jóvenes mayores de 18-20 años,
que muestran a esta edad preferencia por la cerveza. Quizás sea ésta
la gran valla que aún no se ha podido sortear, no hay suficientes
vinos o preparaciones con él, que identifique a los jóvenes de hoy.
En ese sentido la apuesta debería ser, conseguir seducirlos, con
productos que les resulten más cercanos, con presentaciones de
etiquetas y publicidades que se acerquen más, al estilo que -muy
bien- vienen transmitiendo las marcas de cerveza.
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